martes, 9 de marzo de 2010

Cap. #1 Duele


-¡No!- escuché gritar a mi papá. Eso, fue lo último que escuche en mis cortos 16 años.

Me desperté en un cuarto oscuro, muy oscuro, DEMASIADO oscuro. Tan oscuro, que no podía ver ni mis propias manos.

Me sentía fatal, como nunca antes en la vida. Hubiera dado TODO por irme de aqui. Era como si me hubieran golpeado en el pecho y estuviera tirada en la calle con carros pasandome por encima sin darse cuenta de mi presencia. Sentía un horrible arrepentimiento.

Me acordé de mi antigua vida, fue innevitable. Yo era una de esas chicas que se burlaba de todo y de todos y que no le importaba los sentimientos de los demás. Yo, hacía llorar a las personas con tan solo decirles una simple frase. "Te ves peor que cuando mi abuelito se quedó sin una pierna y luego, se murió". Eso lo solía decir cuando me preguntaban su opinión acerca de como se veían, ya que yo, era toda una diva, me encantaba la moda. Ya estaba decidido, yo sería la más grande modista de todos los tiempos.

Yo, junto con mis amigas, éramos las más populares de la escuela, aunque ahora que lo pensaba, no lo podía creer, ya que éramos la pesadilla de todos aquellos que pasaran a nuestro lado.

Si alguien se nos quedaba viendo, había cometido un gran error, tal vez el peor de toda su vida, ya que nosotras podíamos hacer que se traumaran por el resto de ella. Una vez, le pusimos un apodo a una niña, le decíamos "mocos" e inventamos un rumor acerca de que se sacaba los mocos y luego los guardaba, para comérselos todos juntos y hacer un taco de ellos. Ella, la "mocos", era una de las nuestras, pero un día se nos reveló y nos dijo que ya no quería seguir haciendole cosas tan feas a las personas.

Desde ese día todos la llamaban "Hey mocos!" ó "Wuk, mocos, vete de aquí". Una vez, le dijo a un chico que estaba completamente enamorada de el, y el chico le dijo: ¡Que asco!, mejor vete a comer otro taco de mocos, oí que ya los venden en la cooperativa, solo para ti". Así que era mejor no pasar al lado nuestro.

No podía creer todo lo que había hecho en mi vida, desgraciadamente, no recordaba nada bueno que hubiera hecho por ella. Era tan horrible y, ahora, al parecer estaba muerta y no podía volver empezar todo de nuevo, no podía decirle perdón a todos a los que había lastimado.

Esto era horroroso. Lo que más deseaba justo en estos momentos, era poderle pedir perdón a la "mocos" por haber arruinado su vida. Era poderle pedir perdón a todas las personas que habían pasado por una de mis malditas bromas. Eso, es lo que más quería ahora, ¡Oh! y también poder dejar de llorar.

Las lágrimas salían por sí solas. Era como si hubiera jalado una palanca y no pudiera devolverla al sitió en la que la encontré. No recuerdó haber llorado nunca en mi vida por arrepentimiento. Sólo recuerdo haber llorado para conseguir algo.

Nunca me había visto en una ocasión tan humillante. Estoy segura de que si hubiera visto a otra persona como yo estaba ahora, se le habría quedado un horrible estúpido apodo.

Estaba tirada en... en donde quiera que este y estaba recordando toda mi vida, arrepintiéndome, arrepintiéndome y arrepintiéndome cuando escuché algo.

-Hola- dijo alguien y una luz... ¿se prendió? Me voltee hacía el lugar de donde provenía la voz y vi a... ¿un ángel? No se, pero era lo mas parecido. Estaba vestido de blanco y era simplemete hermoso.

-Ho...hola- le dije tartamudeando y quitándome las lágrimas que tenía en los ojos.

-¿Es cierto lo que acabas de decir?- ¿yo? ¿había dico algo? Suspiró.

-Bueno, ¿es cierto lo que acabas de pensar?- me dijo con una sonrisa muy cálida.

-¿Que... que parte?-

-Que le quieres pedir perdón a las personas que dañaste- me dijo con tristeza.

-Claro que es verdad- le dije ofendida.

-Eso es lo que quería escuchar- me dijo y me tendió la mano para que la tomará, yo dudé, pero el la agitó impaciente y se la tomé. Al tacto de su mano, sentí como si fueramos un rompecabezas, como si de pronto, todo volviera a estar en su lugar. Pero la felicidad no dura mucho.

De pronto, todo se volvió negro otra vez. Pero esta vez era diferente, esta vez dolía, dolía de verdad. Solo sentir su mano sobre la mia hizo que no me pusiera a gritar.

Regresé a mi misma y respiré como si me hubiera estado ahogando y abrí mis ojos, buscando sus manos, ya que no las sentí sobre las mías.

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